Parques de Disney, cruceros a las Bahamas, fiebre de consumo y euforia transmitida por las redes sociales.
Silencio parece ser lo único con lo que no cuenta el hotel 5 estrellas Hilton Bonnet Creek de Orlando. 314 quinceañeras tomaron todos los espacios del lujoso establecimiento ubicado dentro del Walt Disney World Resort con sus cantos, gritos, risas y arengas. Son muchas y cada vez serán más. La fiesta de quince con vestido largo, compañeros de escuela, conocidos de los padres, una torta gigante y souvenirs es cosa del pasado. Ahora, el sueño de las chicas se resume mucho más en la foto delante del castillo de Disney.
“Una fiesta de 15 días”, es la consigna. “Yo preferí venir a Disney que gastar mucho más en una fiesta que dura 8 horas”, explican las adolescentes como si no existiera otra alternativa para celebrar el paso de la niñez a la joven adultez.
Nuestro recorrido empieza dos días después que el de las cumpleañeras, que ya visitaron las violentas montañas rusas de Busch Gardens en Tampa, el parque de piscinas artificiales Discovery Cove donde nadaron con delfines, el parque temático de Universal Studios en Orlando, Florida y más de un centro comercial.
Son las 7 de la mañana y ya suena Maramá (“La” banda de cumbia “cheta” del momento) a todo volumen en una carpa especialmente destinada para el desayuno de las teens. Todas están vestidas de la misma manera: jeans ajustados o calzas, zapatillas de marca americana, algún abrigo y un bolso fucsia chillón, cortesía de la compañía con la que viajan. Salvo el último accesorio, lo demás está recién salido de los outlets y shoppings que las festejadas visitaron en sus primeros días de viaje. Los Iphone 6 que todas llevan en la mano, en su mayoría, también.
Como cronometradas, las chicas se suben a los buses que las transportarán al mundo mágico de Mickey Mouse. Los coordinadores que las acompañan tienen las entradas para que las chicas no las pierdan. Se las entregan en la puerta del “molinete” y las recuperan una vez que pasan. No hay nada librado al azar. Preparación lenta, ejecución rápida.
“Desde que salen de Buenos Aires hasta que regresan, las chicas no tienen que tomar decisiones sobre lo que hacen”, explica Lily Miedvietzky, fundadora deFuntime, la compañía más conocida de las que realizan viajes de quince a Disney.
“El tren se para, la gente se alborota…”, cantan las chicas mientras caminan por el primero de los cuatro parques que componen el complejo Disney, Animal Kingdom. La gente frena a mirar qué pasa, quiénes son las adolescentes que bailan e interrumpen el paso. Pero la arenga no para ni un minuto. Al primer hit lo sigue: “Que levante la mano como yo, oh oh, el que vino a Disney World” y la lista de vitoreo continúa como una playlist circular que se repite a lo largo del día, una y otra vez.
Pero esto no es casual, es una directiva de la empresa que está a cargo de las adolescentes. Las chicas tienen que estar entretenidas las 24 horas del día, siempre ocupadas en alguna actividad y la brigada de coordinadores –en su mayoría profesores de educación física– tiene que ocuparse de que así sea. En este caso, es una bendición que los parques tengan libre acceso a internet ya que, en las filas de aquellos juegos para los que las chicas no cuentan con pase preferencial o fastpass, pueden distraerse con sus teléfonos, que por momentos parecen ser extensiones del cuerpo.
“¿Alguna sabe qué es el Everest?”, pregunta uno de los coordinadores a su grupo. Falto de respuesta, exclama, entre risas: “Es la mejor montaña rusa en Animal Kingdom”. Claro, el viaje no tiene mucho de cultural, ni tampoco nadie espera que lo tenga. Casi ninguna de las teens habla inglés y no parece demasiado probable que aprendan algo durante su estadía en Orlando. Aun así comprendieron a la perfección el show del Rey León. Es que en la tierra de ensueño de Walt Disney las cosas se decodifican en el lenguaje universal del entretenimiento.
Entre las 314 chicas del contingente hay quienes no tuvieron inconveniente en cubrir el costo del viaje que, en febrero, rondaba los 7.000 dólares por pasajera en su versión más completa, mientras que otras fueron pagándolo durante 3 años en pequeñas cuotas, muchas veces con ayuda de tíos, abuelos, hermanos, primos. “Un sueño, muchas maneras de pagarlo”, reza la web de Funtime que lleva alrededor de 3.000 adolescentes al año a los Estados Unidos.
Pero esta es solo una de las múltiples compañías que organizan viajes de cumples de 15 al mundo mágico del ratón Mickey. Basta con escribir “Viaje de 15 a Disney” en Google para darse cuenta. Tan naturalizada está la práctica que la Embajada de Estados Unidos creó la categoría de Visas para grupos de quinceañeras, especialmente para cubrir la demanda del mercado argentino.
Las salidas suelen concentrarse en los meses de febrero, junio, julio y diciembre, para coincidir con las vacaciones escolares de las chicas. Pero Disney sólo no alcanza. Universal Studios y Busch Gardens tampoco son suficientes. Además, existen paquetes que combinan los parques de diversiones con cruceros y tours de shopping en Miami o Nueva York.
Todas estas compañías como extra ofrecen un seguimiento por internet de todo el viaje. Fotos y videos de las chicas son subidas al finalizar el día a las distintas redes sociales para que los padres, los compañeros, amigos o novios vean qué están haciendo las chicas. Pero a la cultura de la instantaneidad no parece alcanzarle con “al final del día”. Este grupo de chicas nacidas en el año 2000 está acostumbrado al aquí y ahora, es por eso que no dejan de compartir en Snapchat o Instagram videos y selfies de lo que hacen cuando lo están haciendo.
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Se acercan las 5 de la tarde, las chicas insisten con ir al shopping, no quieren saber más nada sobre Jurassic Park y quieren saber todo sobre Forever 21, una de las marcas predilectas de las teens que visitan Estados Unidos donde una remera puede costar 5 dólares y un vestido de fiesta 15. Pero no es la única, después de jugar con Goofy y Minnie todo el día, las chicas corren (realmente corren de local en local) a comprar lencería en la mítica tienda Victoria’s Secret.
“Yo gasté 1.000 dólares hoy”, cuenta Camila después de 5 horas de compras mientras acomoda todas sus bolsas (que son muchas) para subir al bus que la llevará a cenar. “¿Compraron regalos para su familia?”, pregunta una de las chicas a sus compañeras. “Mi mamá me dio 100 dólares para que le compre ropa a ella, ni loca gasto mi plata”, responde otra de las teens. Las demás, asienten.
En el shopping las chicas tienen cierta libertad, pero vigilada. El control está a cargo de los coordinadores para quienes no está permitido comprar y deben estar repartidos por todo el establecimiento sin perder de vista a las chicas ni un minuto. Además, tanto las adolescentes como sus padres firmaron que mientras dure el viaje, las adolescentes tienen prohibido hablar con cualquier persona ajena a la empresa.
El día parece nunca acabar y la energía de las adolescentes tampoco. Una vez en el colectivo, arranca nuevamente la arenga hasta llegar a un tenedor libre cerrado especialmente para ellas, donde se ofrecen toneladas de pizzas, hamburguesas, patitas de pollo, papas fritas y helado. Hay otras opciones más saludables, pero digamos que no son las más populares.
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Aunque estén en Disney, a las chicas no les van las princesas, no les gusta la zona gris que simbolizan, lo que recién dejaron atrás. Ellas ya no quieren jugar a las princesas, sino que quieren serlo de verdad, con vestidos de sastrería y no de cotillón. Es por eso que, a pesar de haber elegido el viaje, las chicas también tienen una celebración en el exclusivo Waldorf Astoria de Bonnet Creek para despedir su estadía en el mundo Disney.
Te dejamos un pantallazo de la experiencia de Rumbos en este viaje:
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