Lo hizo a cambio de dinero y favores. Sin ningún tipo de control, permitía que los reclusos tuvieran contacto con el exterior. Investigan complicidad de los guardias
Un nuevo e insólito escándalo dejó al descubierto las deficiencias del sistema penitenciario argentino. En esta oportunidad, el protagonista es Omar, un preso conocido como "El brasilero". Este hombre purga una condena en la Unidad Penal de la ciudad misionera de Oberá por un caso de abuso sexual que ocurrió en octubre de 2011 y tras una requisa se descubrió que había montado con varios teléfonos celulares y una tablet un precario "ciber" dentro del penal.
Con el objetivo de recibir dinero y favores, el reo permitió que muchos de sus compañeros de la cárcel tuvieran contacto a través de internet y líneas telefónicas con el mundo exterior y sin ningún tipo de control. El preso había mantenido hasta ahora buena conducta, por lo que se ganó la confianza de las autoridades y pidió ir al sector de la 'pollería' junto a otro interno.
El Servicio Penitenciario Provincial abrió un sumario interno ya que creen que pudo montar el negocio con la complicidad de los guardias. Ahora Omar perdió sus beneficios y fue reubicado en uno de los pabellones. Los elementos secuestrados fueron puestos a disposición de la Justicia y según creen los investigadores, esos celulares también podrían ser utilizados para cometer secuestros virtuales, un delito muy común entre los reclusos de todo el país.
Este caso se suma a otro que ocurrió hace pocas semanas en el Servicio Penitenciario de Misiones. En aquella oportunidad, una carta anónima advirtió al Tribunal Penal de Eldorado sobre la salida irregular de presos. La denuncia originó una causa que tiene como imputados al jefe del penal y su segundo. También se descubrió que los penitenciarios hacían desaparecer parte de los insumos que debían ser destinados a la alimentación de los reclusos.
El caso por el que está preso
Según denunció una de las víctimas, en 2010 llegó junto a una amiga y un hombre para visitar al "Brasilero". Apenas ingresaron, el dueño de casa trabó las puertas y con pistola en mano los obligó a emborracharse y consumir drogas. Después junto a un amigo los violaron y obligaron a abandonar la vivienda.
Trece meses después, fue detenido y condenado a siete años de prisión. Pero Omar no es un desconocido en los pasillos de tribunales, ya que arrastra otras causas por violencia de género y lesiones.
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