Es una enfermedad que se expande en el mundo y que requiere de tratamiento porque puede afectar la salud cardiovascular.
Desde hace mucho tiempo, se estudian las causas que, aisladas o asociadas, pueden producir las enfermedades del aparato cardiovascular. Se determinó que las principales causas predisponentes son otras patologías, como la hipertensión arterial, la diabetes, el tabaquismo, la hipercolesterolemia, el sedentarismo y la obesidad.
La obesidad es una enfermedad crónica, progresiva, no reversible por sí sola, recidivante (que tiende a reaparecer), costosa, condicionante de complicaciones que aumentan con el peso y que puede controlarse mejor cuando recién comienza.
Hasta no hace mucho tiempo, se decía que los niños eran más sanos cuanto más peso tenían. Esto surgió del concepto de enfermedades nutricionales e infecciosas de aquella época (tuberculosis, entre otras) que condicionaron la vida y sobrevida de las personas y que impactaban más en individuos de bajo peso.
Los desafíos de un tratamiento efectivo
Las encuestas poblacionales de factores de riesgo que se realizan a nivel nacional, han mostrado que el sobrepeso y la obesidad aumentan progresivamente en todos los grupos etarios y géneros.
A nivel mundial, el 30 por ciento de la población presenta sobrepeso u obesidad, cifra que se elevará al 50 por ciento en 2030. La tendencia actual está relacionada con el aumento de la inactividad y el sedentarismo, así como al consumo de dietas con elevado contenido de calorías y grasas.
También influyen en el incremento de esta enfermedad las tareas sedentarias o la elevada permanencia frente a pantallas como el televisor o la computadora, así como el fácil acceso a golosinas o alimentos con elevado contenido calórico.
Su abordaje es importante porque el sobrepeso y la obesidad están vinculados con el aumento de la grasa abdominal, la cual –se ha demostrado– determina mayor riesgo de la enfermedad de las arterias coronarias, por alteración y aumento de las grasas en la sangre y de la hipertensión arterial, asociándose también a la aparición de la diabetes tipo 2 (también conocida como de adulto o asociada a los hábitos de vida).
Se conoce que la grasa abdominal tiene una participación muy importante en la producción de sustancias de directa influencia en el metabolismo de las grasas, así como en la producción y utilización de la insulina.
La obesidad se calcula a través del índice de masa corporal (IMC), es decir, la relación entre el peso y la altura de las personas (la normal es menor a 25) y puede diagnosticarse desde sobrepeso (25-30). Hay tres niveles de obesidad: leve (30-35), moderada (35-40) y severa o mórbida (más de 40).
Con el diagnostico de sobrepeso-obesidad, debería iniciarse un tratamiento, a cargo de un grupo de profesionales entrenados: médico especialista en nutrición, nutricionista, psicoterapeuta, cardiólogo, etcétera.
Un punto que se convirtió en obstáculo para su tratamiento fue el hecho de que sólo se lo considerara por su aspecto estético y no desde el concepto de enfermedad, como es abordado actualmente.
El objetivo de todos los profesiones de la salud debe ser integrarse en equipos multidisciplinarios para elaborar políticas y estrategias institucionales, perdurables, hasta crear las normativas que permitan ayudar en forma sostenida y permanente a estos pacientes en riesgo de desarrollar patologías cardiovasculares.
(*)Darío A. Martínez es presidente de la Sociedad de Cardiología de Córdoba. Profesor de Medicina Interna (UNC). Staff del Hospital Nacional de Clínicas y Clínica Privada Vélez Sársfield. Roberto M. A. Colque es miembro del Servicio de Cardiología del Sanatorio Allende Cerro es expresidente de la Sociedad de Cardiología de Córdoba.
Por Darío A. Martínez y Roberto M. A.
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