¿Hasta dónde llega tu amor por el turismo no tradicional? ¿Dormirías en una cárcel? En esta nota, descubrí las prisiones que se reconvirtieron para el turismo.
No todos se conforman con un buen colchón, el desayuno continental y la bañera con hidromasaje. Para muchos turistas, viajar es ir en busca de experiencias diferentes. Así como algunos apuestan a dormir a la intemperie, en medio de una montaña o a orillas de un lago con lo mínimo indispensable, otros adoran lo extremo. Dormir en una cárcel es para ellos. En los mismos edificios que los criminales cumplieron condenas, organizaron revueltas y hasta se ahorcaron, hoy miles de turistas curiosos disfrutan sus vacaciones. Desde lujosos hoteles cinco estrellas a habitaciones no aptas para claustrofóbicos, te contamos cuáles son las cuatro mejores propuestas para que vayas organizando tu próximo descanso en un lugar original.
The Liberty Hotel, en Boston, Estados Unidos
Fue una cárcel de famosos: por sus celdas pasaron figuras como Michael Curley, Malcolm X, Sacco y Vanzetti. El edificio fue construido en 1851 y se convirtió en un prototipo de diseño que inspiró la arquitectura de cárceles de todo el mundo. Años después, necesitaron 150 millones de dólares y cinco años de remodelaciones para abrir el que hoy es un imponente hotel de lujo. El Liberty conserva las fachadas originales y elementos históricos que funcionan como guiños a su oscuro pasado. Al mismo tiempo, ofrece comodidades como instalaciones deportivas de última generación y un lounge ideal para tomar una copa de Martini.
Situado en la Isla de Katajanokka, el edificio, de tres pisos y forma de cruz, tiene una larga historia desde 1837, cuando el actual hotel funcionaba como una cárcel del estado. Está rodeado de un altísimo muro y el interior tiene paredes de ladrillos rojos que le dan al lugar un clima inquietante. Diseño elegante, toques de lujo nórdico, un restaurante de cocina escandinava en el sótano y todo tipo de comodidades. Se llega a pie, cruzando uno de los tres puentes que unen a la isla con tierra firme, o en el tranvía, que frena justo en la puerta del Katajanokka. Los visitantes pueden llevarse de souvenir un par de medias, los típicos gorritos carcelarios o uno de los pijamas a rayas que se encuentran exhibidos en las vitrinas del lobby del hotel.
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