Está alojado en una celda especial. Cuando ingresaba al penal, agentes reprimieron a grupos de seguidores del ex mandatario.
El ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, pasó su primera noche preso tras quedar alojado este sábado en una sede policial de Curitiba, al sur del país, tras una intensa jornada.
Lula ingresó en la sede de la Superintendencia Federal de la Policía de Cutiriba, donde agentes reprimieron a grupos de seguidores del ex mandatario.
Allí, le tenían preparada la celda especial en la que al menos el juez que lo condenó, Sérgio Moro, espera que cumpla la condena de algo más de 12 años de prisión.
Tras casi 48 horas acuartelado en el Sindicato de Metalúrgicos, en la periferia paulista, en el que inició su carrera política y 26 horas después de vencido el plazo dado por la Justicia para entregarse, Lula tuvo dificultades para eludir a los militantes que querían impedir su entrega.
Después de meses de prometer que la condena por corrupción no evitaría que pulseara el 7 de octubre para un tercer mandato, Lula anunció que acataría la decisión del juez Moro, en un encendido discurso ante una multitud.
Al promediar la tarde de este sábado, el ex mandatario (2003 y 2011) estaba junto a su abogado en un auto que se disponía a abandonar el Sindicato de los Metalúrgicos para que Lula se entregara a la Policía, pero enfrentó una masa humana de militantes del Partido de los Trabajadores (PT) que no le permitió moverse, por lo que salió del vehículo y volvió al interior del edificio.
Ya por la noche y luego de que el PT exigiera a sus militantes que liberaran la salida de Lula y de que la Policía le diera un ultimátum el ex presidente pudo entregarse.
El convoy policial que recogió a Lula se dirigió a la sede de la Policía Federal de San Pablo, y varias veces debió reducir su marcha por la aproximación de centenas de manifestantes, entre partidarios y opositores.
Lula fue sometido a un examen físico en la sede policial antes de ser trasladado en helicóptero al aeropuerto paulista de Congonhas, desde donde fue llevado en una avioneta a Curitiba.
En Curitiba, un nutrido operativo policial esperó la llegada de Lula, donde por la tarde simpatizantes y detractores del ex presidente protagonizaron escenas de tensión e incidentes.
La presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Gleisi Hoffmann, convocó a toda la militancia de izquierdas a "ocupar" Curitiba -también Brasilia- hasta que el ex presidente brasileño sea liberado.
Lula fue condenado en enero en segunda instancia a 12 años y un mes de prisión por cargos de corrupción en el contexto del Lava Jato, una megacausa que salpica a casi toda la clase política brasileña.
La sentencia se produjo a pesar de que los magistrados reconocieron que no hay pruebas materiales que demuestren que el imputado sea dueño del departamento que habría recibido como parte de un soborno de la constructora OAS.
La Justicia rechazó varios recursos de su defensa para evitar una orden de arresto, aunque los abogados de Lula sostienen que aún no se agotaron todas las instancias, y por lo tanto esta orden de arresto les resulta arbitraria.
Con todo, existe una chance de que Lula pueda salir la próxima semana de la cárcel: si el Supremo Tribunal de Justicia trata la cuestión de fondo, o sea, si decide que es inconstitucional que se encarcele a alguien con una condena en segunda instancia.
Esto sería un paso probable porque la jueza Rosa Weber especuló con un voto en ese sentido, lo que cambiaría los números del miércoles pasado.
Por lo pronto, Lula quedó esta noche en una sala aislada de los otros 20 presos que están en esa sede, 7 de ellos por el caso de corrupción en Petrobras, entre ellos Renato Duque, exdirectivo de la petrolera, y Leo Pinheiro, extitular de la constructora OAS, la que dijo haberle cedido el departamento que derivó en su condena
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